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"La novela de los hijos de nadie"
Por Gabriela Cabezón Cámara.
Realismo hemos leído bastante, lo suficiente como para que, en la mayor parte de los casos, sea el artificio lo primero que salte ante cualquier par de ojos atentos, lo que prime sobre cualquier efecto de realidad, sobre cualquier posibilidad de credulidad ingenua. Por eso sorprende y golpea Pegame que me gusta (Trilce, Montevideo, 2009), la novela de Lalo Barrubia que acaba de reeditar Criatura Editora: su lectura genera un efecto doble, de reconocimiento y, simultáneamente, de novedad. Algo así como “pero estos pibes parecen mis amigos del conurbano a mediados de los 90″ y “yo no había leído hasta ahora ninguna novela que los representara”.
Con un procedimiento sencillo, dos narradores, cada uno un personaje menor en la vida del otro, que son alternados en el racconto de unos meses de sus biografías, se estructura la novela. Un embarazo y los intentos por retomar los oficios de bailarina y performer en el caso de ella, Laura, y, en el caso de él, El Pato, una separación y el deambular entre las ganas de hacer cine y la posibilidad, imposibilidad más bien, de ganarse la vida. De eso se ocupa Pegame…, de la construcción de un mundo que parece blindado para sus personajes, de unas vidas que siempre se quedan afuera: van, vienen, se esfuerzan, entran un poquito, patinan, se caen, se gastan lo que no tienen en merca y whisky en el resbalón y empiezan otra vez.
Esta novela es el relato de la zozobra de un naufragio, de los manotazos de ahogados que no terminan de hundirse pero tampoco llegan a ninguna tierra porque no parece haber tierra para ellos. Con una lengua pegada a las cosas, y a sus propias emociones, cuentan cómo se enamoran, tienen hijos, se les acaba el amor y tienen trabajos más o menos horribles, siempre mal pagos y para los que se sienten sobrecalificados: ellos son artistas, quieren dedicarse al arte, quieren deseperadamente vivir una vida en la que el despliegue de su creatividad, y no el conformismo –que conciben como condición necesaria para sobrevivir en el mundo laboral–, sea el eje. Y no pueden y no van a poder, la miseria, la urgencia por conseguir un plato de comida, un lugar donde dormir, una bolsa de pañales, no se lleva bien con el arte. Estos personajes son los que son hijos de nadie, los que no tienen papás que les paguen los estudios ni que les consigan trabajos, son los pobres con inquietudes de este mundo, en el caso de Pegame…, el Uruguay de la posdictadura:
Los hijos de nadie no van a ninguna parte. Los hijos de los trabajadores se volverán pobres y los hijos de los pobres miserables. Una sociedad en la que es muy fácil moverse de clase social, pero solo hacia abajo, como en una rampa en la que todos vamos lentamente resbalando y resbalando.
La única salida, y ésta incluso sólo para el personaje cuya familia es un poco más pudiente, es el boleto de avión a Europa. Algo de todo esto le habrá pasado a a la autora, la escritora y performer del under uruguayo de los 90, Lalo Barrubia, que vive en Suecia desde 2001, y que merece ser leída aquí y ahora.
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